Como padres siempre nos preocupamos, no sabemos si lo que estamos haciendo para nuestros hijos sea bueno o malo.
Desde poner límites al comportamiento hasta sentarse a platicar y jugar con ellos.
No existe escuela para padres, nunca estaremos preparados, solo tenemos experiencias que compartir, y aún así nunca dejamos de aprender de ellos.
Son el motor de nuestra vida, la alegría del hogar, pero también son la preocupación futura. Poco nos damos cuenta de que necesitan de nosotros, pues solemos confundir entre bienestar emocional con bienestar económico.
Nosotros como sociedad nos hemos dedicado a etiquetar, protocolizar y esquematizar la vida, sin importarnos qué futuro le prometemos a nuestros hijos.
Dejamos a merced de las escuelas y profesores la educación de nuestros hijos, nos olvidamos de valores familiares, dedicamos poco tiempo por querer tener una mejor forma de vida.
Lo que implica dejarlos en el abandono inconsciente que más tarde se convertirá en rencor de hijo hacía los padres.
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