jueves, 19 de julio de 2012

Aprendiendo con los niños

Como país hemos alcanzado niveles de preocupación por la delincuencia organizada, las adicciones, secuestros, desapariciones, y más, es parte de lo que actualmente se vive en México, los jóvenes y niños son actores principales en esta lucha. Como mexicanos, nos duele, pero más como padres y madres, saber que nuestros hijos pueden estar expuestos ante la falta de seguridad en nuestro país.
A diario escucho y leo notas sobre jóvenes acribillados, o que son ellos los principales "cabecillas" de grupos de la delincuencia organizada.

Nexos entre altos mandos y estos grupos de narcotraficantes, elecciones compradas, comunicadores asesinados, femicidios, personas desaparecidas y más que se acumulan en este México tan lastimado, en donde la democracia se ha convertido en un sueño.

La verdad es que nadie nos enseña a ser padres y madres, pero moldeamos su crecimiento desde pequeños, y no hay que hacerlo como una obligación, sino como arte y convicción. El tiempo y amor que le dediques a ese pequeño, lo convertirá en el ser humano autónomo, independiente, pero lleno de sabiduría, comprensión y lleno de virtudes y valores.

Albert Einstein decía... "Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo".

Debemos dar tiempo a nuestros pequeños, los adultos que acompañamos al niño en su desarrollo debemos tomar conciencia de la responsabilidad en la educación y el entorno emocional en las nuevas generaciones, para que sus actitudes y esfuerzos proporcionen sólidos cimientos en la constitución de individuos libres y responsables, con actitudes positivas ante la vida, ahí empieza la verdadera política de vida.



martes, 20 de marzo de 2012

Compartir


¿Hay alguna cura para la decepción?, para mi, la mejor manera de hacer que sea menos dolorosa es compartirla, y después leerla, y darme cuenta de que en una mala experiencia, una más de la vida, que nos hace recordar que somos humanos, expuestos a la felicidad, tristeza, alegría y melancolía.

Daría este monitor y teclado por una maquina de escribir común, con vista a un campo verde con un lago de color del cielo. No me puedo quejar, a cambio tengo, mi ordenador, con un fondo musical de eterno paraíso, una vista hacía un Guayacán en pleno florecimiento de primavera, En cada hoja que caía me hace recordar algún hecho que había pasado.

Como cuando esperaba días sentada en mí recamara, todas las noches con la vista hacía el cielo, viendo cómo llegaba la luna a llenarse. Porque cuando complementará su redondez, sabía que tu estaría viéndola también, y así sentiría la cercanía de nuestra distancia. Podía sentir acariciar tu rostro, besar tus labios. Abrazarte hasta que llegará la noche y despedirnos con una linda sonrisa, y con el deseo de que llegará de nuevo otro día para seguir compartiendo nuestros sentimientos.

Despedía la noche con lágrimas en los ojos, porque el día me hacía recordar que no estabas ahí, que aunque llegará la noche sentiría de nuevo tu ausencia, tenía que esperar más días para de nuevo ver la luna entera.

Siempre tuve en mente el compartir todos mis momentos contigo, quería dormir y soñar tus caricias, llorar con tus ojos, sonreír con tu boca, quería entender al mundo contigo, y que no había nada más difícil que estar lejos de ti.

Buscada en cada verso tu amor, en una canción nuestra historia, en cada ave tener sus alas para volar hacía tus brazos.

Volver a respirar era cada vez más difícil, mis días se convirtieron en pesadillas, y mis noches en desvelo esperando tu regreso.

Recordaba, ya con la luna en el cielo, que cada parte de mi ser estaba contigo, yo había dejado de existir, y cada flor que se marchitaba era una señal de que yo también moría.

¿Qué será del momento en que te olvide? Debo olvidar el pasado, o sólo cubrirlo de estas hojas que caen.

Caminé varios años bajo las lluvias de hojas en otoño, recordando que sólo los buenos recuerdos perduran en mi memoria, ahí es donde realmente estás viviendo, abrir los ojos ante esta realidad me quitaba la intención de despertar.

Y recordé las palabras de aquel ansiado, que se sentaba en la entrada de su casa de adobe, “soñar es vivir y despertar es morir”. Y yo quiero seguir soñando, porque el despertar a mi me sabe amargo, me sabe a melancolía, y es la realidad de que tu ausencia lleva años siendo mi enemiga.

Aquí guardaré celosamente este amor, sin que nadie lo descubra, sólo tú que lees estos renglones, para llorar y reír luego, para hacerte recordar que mi corazón siempre estuvo cerca de ti, para no dejarte ir.